XXXIV
FESTIVAL FLAMENCO DE LA CAMPIÑA DE EL RUBIO
AL
CANTE:
Armando Mateo
Rubito Hijo
La Yiya
Ezequiel Benítez
AL
TOQUE:
Eduardo Rebollar
Marcos Serrato
Paco León
AL
BAILE:
Compañía de Baile de Soledad Estepa con José Álvarez
"El Torbellino" como invitado.
PRESENTA:
Manuel Ignacio Pardillo Reyes
Sábado, 4 de
septiembre de 2021
Avda. de
Andalucía. Escenario al aire libre en "La Laguna"
10 de la
noche
COLABORA: Diputación de Sevilla
EL SÁBADO 4 DE SEPTIEMBRE SERÁ LA XXXIV
EDICIÓN DEL FESTIVAL FLAMENCO DE LA CAMPIÑA DE EL RUBIO.
Para esta edición se ha escogido un
entorno diferente, se realizará al aire libre en un escenario montado para la
ocasión en la Avda. de Andalucía, donde se suele situar la tradicional portada
de feria.
Festival de la Campiña
de El Rubio: el peso de la sangre y la apología del cante lento
Crónica del XXXIV
Festival Flamenco de la Campiña del Rubio. Actuaron, entre otros, La Yiya,
Rubito Hijo, Soledad Estepa y Ezequiel Benítez.
20 SEPTIEMBRE, 2021 14:12 Expoflamenco 0 1
El escenario del
Festival, que para la ocasión cambio su ubicación habitual para acercarse más a
su pueblo, vistió una noche fresca los coletazos del verano con un cartel que
parecía interesante. Es de admirar que una localidad de poco más de Tres Mil
Quinientos habitantes programe ya la trigésimo cuarta edición de su festival
flamenco, sin duda un ejemplo a seguir. También es de recibo reseñar el
esfuerzo de la corporación al hacer de su festival un evento gratuito con este
nivel de artistas.
Abre la noche una
cantaora joven con credenciales. Corre por su garganta la casta de los Torre y
de los Tomasa. Acompañada a la guitarra
por Marcos Serrato, (que también acompañaría a Rubito Hijo) despliega la sensibilidad y el gusto del mar
verde que le rebosa, pisa fuerte las tablas La Yiya abriéndose el hueco que le corresponde por
méritos propios y por los que se requieren para honrar el peso de la sangre.
«Es en la seguiriya,
santo y seña de su casa, donde La Yiya se retuerce de gusto, se empuña las
mangas y le echa los reaños que ni le caben por edad. Se lamenta y sus quejíos
son jirones jondos para restregárselos por el pecho y rebuscar en el origen del
dolor»
Se templa por Guajira introduciéndola con
melodías nuevas de su propia cosecha, como en gran parte del repertorio que
desgranó después. Sin dejar de reverenciar a la comarca en sus maneras y tomar
algo prestado que evocara a Bernarda y Fernanda de Utrera. No aprieta en
demasía en los bajos para así aguantarlos con sabor, dándole el empujón justo
donde se debe para enfervorizando al público que la despedía en pie cada palo.
Le sigue el buen hacer
de Rubito Hijo, un cantaor profesional y solvente que nunca decepciona. Hasta
en la entrada por tientos arranca oles y aplausos del respetable. Se acuerda de
Pastora Pavón y alterna tradición y presente con su voz de almíbar. Le suma un
ramillete de letras por tangos y la ovación se repite. Se olvida del micro para
encarar unos fandangos y aún resuenan sus entrañas flamencas en las entretelas
del sentío que pone el broche a una actuación donde lo dio todo, poniendo el
corazón en el tablao. Es un cantaor viejo escondío en un cuerpo joven que
estudia el repertorio e intenta renovarse cada vez que sube a la tarima,
demostrando profesionalidad, responsabilidad y afición. Sin duda, el plato
fuerte de la noche.
Si bien estamos
acostumbrados a un preludio del cuadro que antecede la salida de la bailaora,
la intervención de Armando más pareció una cuarta actuación. Comenzó por peteneras acordándose
especialmente de la Niña de los Peines. Soledad baila por levante con remates
de Tangos. Otra tanda de cantes y remate por Bulerías. Donde apareció la
sorpresa de la noche José Álvarez “El Torbellino” un Jovencísimo Bailaor local
que con más voluntad que maña debuto en su pueblo para deleite de sus vecinos.
Un aficionado que si le pone las mismas ganas al estudio del baile sin duda
llegara, tiempo al tiempo.
El viento Gaditano arroja la estampa morena de Ezequiel Benítez al escenario. Le espera la extraordinaria sonanta de Paco León. Empieza por soleá. Alcalá, Talega, El Machango… y remata valiente con ese Doló de mare mía que nos trae el recuerdo de Fernanda de Utrera. Prosigue por alegrías, salpicando la sal que lo impregna desde la cuna, para pasar a los tientos. Luego se recrea en los tangos Camaroneros y Ceperianos, incluyendo también letras alusivas a sus niños y su estirpe, para terminar por bulerías y echar el cerrojo a la noche caracoleando, al aire, con dos fandangos.
No voy a ser yo quien le ponga llave a la
sensibilidad y formas cantaoras de este gitano. Pero en Ezequiel se observa el
inicio de una moda que ralentiza el cante hasta el límite de perderse sin
retorno en una especie de apología del cante lento, reconfigurando los estilos
acompasaos haciéndolos parecer cantes libres. Tampoco es cualquier guitarrista
el que es capaz de acompañar tantos silencios, dando entradas sin respuesta,
buscando anclarse a un compás olvidado, como lo hizo Paco León esa noche,
devolviéndole cordura a los palos con maestría, pulcritud y gran belleza. Tiene
a su favor dulzura, buen gusto y las medias voces que encandilan cual susurros
que cuentan secretos al oído. No todo el mundo puede enamorar bajito y dominar
esas maneras. Es inteligente y ofrece lo que tiene y lo que sabe que crea
expectación en el público.